2. LIBRO DE OSCAR DIEGO BAUTISTA: «ÉTICA PARA CORRUPTOS».

 

ÉTICA para CORRUPTOSUna forma de prevenir la corrupción en los gobiernos y administraciones públicas.

Ética Pública

El hombre es lo que piensa. Lo que realiza cada individuo es resultado de lo que está en su pensamiento, éste es la fuente de los actos. Una conducta sana lo es a partir de un pensamiento sano. Por lo tanto, si dentro de las instituciones públicas existen personas corruptas será porque en su mente existen pensamientos que les impulsan a obrar así, luego existe una crisis de valores en los servidores públicos. De ahí la importancia de diseñar y establecer estrategias para fomentar y fortalecer principios y valores éticos que arraiguen en la mente de los políticos y funcionarios.

El incremento de la corrupción en los gobiernos y administraciones públicas produce desvío de recursos y derroche de estos aunado a otras conductas reprochables que generan: a) Ineficiencia en el funcionamiento de las instituciones públicas, b) Incumplimiento de objetivos y metas en los programas de gobierno, c) No resolución de los problemas y necesidades ciudadanas, d) Pérdida de confianza en el gobierno y en las instituciones.

Todo ello provoca que se perpetúe el sufrimiento humano en sus diversas manifestaciones: pobreza, desempleo, enfermedad, hambre, injusticia, incluso puede llegar a ocasionar la muerte cuando se omite algún servicio básico al ciudadano. la confianza en los gobiernos y en las instituciones públicas se ve cuestionada, entre otras causas, por los malos resultados en la gestión pública y por los constantes casos de antivalores encontrados en la conducta de políticos y funcionarios: abuso de autoridad, tráfico de influencias, mentira, prevaricación, transfuguismo, uso indebido del patrimonio público o corrupción.

El descuido de la ética pública, entendida como la ética aplicada a la política y administración pública, y la falta de mecanismos que la garanticen provocan que los servidores públicos sean tentados a caer en las prácticas de corrupción, y de hecho caigan. Históricamente, la corrupción política ha sido objeto de reproche moral en todas las sociedades. Los testimonios de las diferentes culturas así lo prueban. Los diversos mecanismos que intentan combatir los antivalores son normalmente instrumentos de control externo al individuo (leyes, reglamentos, códigos, sanciones) que dejan de lado lo esencial, es decir, todo lo que se refiere a la esfera interna del individuo, donde residen los pensamientos y las convicciones, y, por ende, la asimilación de valores que conduce al autocontrol.

¿Por qué los gobernados dejan de confiar en los gobernantes? Sencillamente porque estos últimos son los responsables de solucionar las demandas ciudadanas y dar satisfacción a la pluralidad de intereses y no lo hacen. Los gobernantes, junto con su equipo de técnicos y administradores, tienen la responsabilidad de dirigir los asuntos públicos y resolverlos. Para eso se propusieron cuando fueron candidatos. Para eso son gobierno. Para eso sirven los gobiernos.

¿Por qué si cada vez existen mejores técnicas, instrumentos científicos, metodologías, personal cualificado para hacer más operativa la administración no se solucionan los problemas y por el contrario aumentan? Una primera respuesta, sobre todo en relación con países con economías débiles, señala que por un lado existe una carencia de recursos, ya sea de índole financiera, material, de infraestructura, de tecnología o incluso de personal. Por otro lado, también existe una carencia de recursos éticos, a saber, la ausencia de principios y valores en los miembros que integran los gobiernos y administraciones públicas que da pie al surgimiento de actitudes antiéticas como la corrupción, la negligencia, la prevaricación, el nepotismo, etc. Sin embargo, es la corrupción la que se convierte en el referente empírico por excelencia al ser causante de la pérdida y desviación de recursos públicos, y en consecuencia del incumplimiento de las metas. Quien se corrompe obtiene un beneficio en perjuicio de la sociedad. Quienes han conocido la corrupción han sido tocados previamente por la ambición que les impulsa a engañar y estafar sin ningún tipo de escrúpulo.

Francisco Laporta, estudioso de la corrupción, aporta una idea interesante respecto del control este comportamiento desviado:

La causa inevitable y, en último término, irreductible, de la corrupción es la conducta deshonesta del actor público (...) En último término la corrupción se da única y exclusivamente porque un individuo, sea cual sea su entorno, toma la decisión de realizar una acción determinada, la acción corrupta. Y ésa es precisamente la razón por la que siempre existirá la corrupción: no hay ningún sistema de control posible ni ningún antídoto tan eficaz como para impedir totalmente una opción individual de este tipo. En todo caso ese sistema o ese antídoto tendrá mucha más fuerza si es interno al individuo (educación, convicciones, valores, etc.) que si es meramente externo” (Laporta, 1997, 28).

Con base en esta afirmación es posible identificar dos tipos de control para la corrupción:

1) Sistema de Control Externo al individuo: está formado por a) Los organismos de los distintos poderes: Ejecutivo, Legislativo, Judicial (Tribunal de Cuentas, Oficina Anticorrupción), b) Los instrumentos jurídicos (Leyes y reglamentos), c) Los instrumentos normativos (Códigos éticos generales y particulares, Códigos Deontológicos), d) Los controles burocráticos. (Informes de presupuesto y gasto, auditorias), e) La vigilancia directa (sistemas de vigilancia, cámaras, micrófonos), f) Los medios de comunicación (prensa escrita y virtual, radio, televisión) g) Los observatorios ciudadanos (participación ciudadana en la denuncia de prácticas corruptas). h) Los instrumentos disuasorios (demandas y procesos judiciales, sanciones económicas, administrativas y penales, inhabilitaciones).

2) Sistema de Autocontrol: se refiere a la transmisión e interiorización de valores mediante la ética pública, que no es otra cosa sino el conjunto de valores éticos aplicados y puestos en ejecución en el ámbito público, sin pretender adoctrinamientos ni caer en ideologías. La aplicación de la ética en el servicio público se traduce en transparencia, responsabilidad, espíritu de servicio, calidad del servicio, satisfacción y mejora de la vida de los ciudadanos.

¿Cuál es la situación de la Ética Pública en los gobiernos?  Son pocos los Estados que verdaderamente incorporan en su programa de gobierno una política de ética pública para el fortalecimiento de valores Los gobiernos ponen mayor énfasis en los instrumentos de control externo al individuo que en los internos, sin percibir que éstos últimos sirven de complemento a los primeros al operar ahí donde existen vacíos, es decir, donde los primeros son incapaces de llegar. Por tanto, es imposible detener la corrupción y las conductas antiéticas si no es por la vía moral. Ningún gobierno podrá operar de manera óptima si antes no educa en la honradez a los miembros que lo integran; el desafío consiste en encontrar la forma de concienciar al servidor público sobre la importancia de asumir valores por el bien de la comunidad.

 En efecto, sólo si se dan principios arraigados en el individuo será posible impedir que actúe para beneficio personal en detrimento del bien público. De ahí la importancia de crear un dique ante la corrupción que esté integrado por el conjunto de instrumentos contenidos en el Sistema de Autocontrol Interno al individuo. Todo individuo que participa de la función pública debe tomar conciencia de que el servicio público se define como la acción del gobierno para satisfacer las demandas y necesidades de las personas que integran el Estado. El político y el funcionario público no deben olvidar que están para servir a la comunidad, no para servirse de ella.

Importancia de la ética aplicada a la función pública: La ética de la función pública es la ciencia del buen comportamiento en el servicio a la ciudadanía. Es además un importante mecanismo de control de la arbitrariedad en el uso del poder público, un factor vital para la creación y el mantenimiento de la confianza en la administración y sus instituciones. La ética es un factor clave para elevar la calidad de la administración pública mediante la conducta honesta, eficiente y objetiva de los funcionarios en sus respectivos ámbitos.

El rescate y fomento de la ética construye, reconstruye, fortalece, motiva y crea una identidad en los servidores públicos, conduce a una mayor responsabilidad, contribuye a evitar la corrupción al lograr que el mismo individuo domine sus impulsos mediante el autocontrol, y permite la recuperación de la confianza ciudadana en sus instituciones. Integrar los elementos de la ética en las herramientas administrativas es esencial para hacer frente a los problemas de ineficiencia, corrupción y desconfianza que padecen los gobiernos y administraciones a fin de lograr el desarrollo de una cultura política que acompañe a los gobernantes y funcionarios. Cualquier gobierno estará legitimado en la medida en que defienda una verdadera ética pública, que implique mayor responsabilidad y atención al ciudadano.

Primer capítulo: es de vital importancia conocer las causas del incremento de la corrupción y de diversas conductas antiéticas en los gobiernos y administraciones públicas contemporáneas. A partir de las causas encontradas se establece una clasificación en dos grupos: a) las de origen externo al individuo (clasificadas en factores políticos, económicos, sociales, administrativos), como resultado del contexto en que se desempeñan; y, b) las de origen interno al individuo, inherentes en la conducta del ser humano (codicia, avaricia, anhelo de poder, vacío existencial). Ambas causas actúan en una dinámica perversa que sirve de estímulo para la realización del acto corrupto.

Segundo capítulo: los actuales instrumentos de control (las inspecciones, auditorias, rendición de cuentas, informes, leyes, sanciones, la inhabilitación, penas de cárcel) no bastan para detener la corrupción, ya que dejan de lado lo esencial, es decir, todo lo que se refiere a la esfera interna del individuo, a su educación, a sus valores, a su percepción de la realidad y a sus convicciones. Es hacia la transmisión e interiorización de valores donde hay que dirigirse para hacer factible la mejora del servidor público: el autocontrol.

Tercer capítulo: partiendo de la premisa de que la corrupción se ha convertido en una pandemia mundial que afecta a numerosos gobiernos y administraciones públicas, muestra las principales medidas (legislación, convenios, creación de organismos) que en el escenario internacional se están llevando a cabo con el objetivo de poner diques frente al fenómeno de la corrupción.

Cuarto capítulo: Desarrolla un conjunto de elementos unidos en un Sistema Ético Integral (SEI), el cual tiene como fin participar en la construcción de un dique institucional sólido que ponga freno a las distintas prácticas corruptas que se desarrollan en los gobiernos y administraciones públicas.

La suma de elementos indagados en este estudio tiene como propósito contribuir a la búsqueda de acciones que permitan garantizar el funcionamiento de un Estado honesto, sobre todo en aquellos gobiernos débiles que aún no han logrado los mecanismos adecuados para garantizar la honradez en sus servidores públicos. Es conveniente, antes de iniciar los capítulos de esta obra, señalar algunas cuestiones. Primero, si bien existen políticos y funcionarios irresponsables y corruptos, también existen los honestos, personas responsables en su trabajo y comprometidas con sus tareas gracias a las cuales contribuyen al mejor desarrollo de las instituciones. Segundo, la corrupción ha existido siempre, cualquiera que sea el sistema político y la época histórica. Sin embargo, el hecho de reconocer su continuidad histórica no exime de reflexionar y plantear un conjunto de medidas a fin de mermar su alcance. Tercero, la ética no solo se refiere a la lucha para prevenir y evitar la corrupción en el servicio público, sino que va más allá, abarca los ámbitos privado y social. Implica el compromiso y participación ciudadana.

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