Artículo 2: La ética en los procesos electorales.
La elecciones
electorales permiten a la población elegir, mediante el sufragio universal, a
los entes pertinentes que, a posteriori, nos representarán en el cuatrienio. Sin embargo,
estos procesos electorales suelen ser desvirtuados, debido a la falta de ética
de algunos aspirantes.
Durante la campaña, los actores políticos ponen en práctica una serie de actividades para ganar el voto y voluntad de los ciudadanos, pero las tácticas de campaña utilizadas no son siempre legítimas, a causa de las grandes irregularidades que atañen estos procesos. Desde la compra de votos, documentos personales, sobornos, hasta falsificación de firmas son ejemplos de acciones ilícitas que invaden, por la falta de civismo y constitucionalidad de los postulantes, nuestros procesos electorales. La falta de educación de una sociedad acostumbrada a recibir dádivas y promesas falaces contribuye y alimenta la conducta antiética de nuestros candidatos y, simultáneamente, debilita nuestro sistema legal.
De acuerdo con la filósofa Adela Cortina: Ningún país puede
salir de sus crisis si las conductas inmorales de sus ciudadanos y políticos
siguen proliferando con toda impunidad”. Sin embargo, es preocupante que la
ética no se tome en cuenta para la materialización de estas actividades electorales,
evidenciando la falta de formación de políticos corruptos, cuyos actos quedan
libre de sanciones.
Finalmente, la conducta ética exige la responsabilidad de los
postulantes y el cumplimiento de la ley. Antes estas flaquezas es imperativo
incluir programas educativos que fortalezcan la formación en valores, y entes
políticos que asuman su rol con responsabilidad y civismo. Aquellos que no vulneren
la propaganda electoral con acciones que transgredan las normas, y que expresen
sus verdaderas intenciones, dejando de lado los discursos embaucadores. ¡Solo así, se nutrirá nuestra democracia!
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